jueves, 5 de septiembre de 2013

Sin billete de vuelta

Sólo es el camino que le queda
ya no tiene nombre, ni problemas
ni es un hombre,
son sus piernas y sus ojos los que llevan su bandera

Que la ruta es el destino
y el final será cualquiera
cada frontera un amigo
cada parada una hoguera
donde quemar los resquicios de soledad pasajera

Y si llueve pues que llueva
y si hace frío... Ya vendrá la primavera.





Una cerveza fría es su recompensa, ¡y qué recompensa! A diez kilómetros de la ciudad, había encontrado a una pareja de holandeses intentando arreglar una de sus bicicletas.
Tenía ganas de llegar a su destino para descansar, pero se hacía de noche y en su interior la posibilidad de dejarlos ahí tirados no existía.

-¿Os echo una mano?

-Sí por favor, no hay manera de ajustar esta rueda.

En unos minutos, el problema está solucionado, y los tres juntos emprenden el pequeño tramo que los separa de la población.  Una vez allí, antes de separarse, deciden tomar algo juntos, mientras comparten anécdotas y sus próximas etapas, ya por separado.

No se entienden al cien por cien, pero entre grandes personas, esa frontera  no existe. Brindan por última vez y se despiden. Mañana será otro día, otros amigos y otros problemas. Pero el mismo cielo y la misma aventura.

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